La pregunta más frecuente es ¿cuánto tiempo que deben dedicar los niños a estudiar o a hacer los deberes?
Y es importante resaltar que no hay un tiempo específico ya que cada niño tiene diferentes habilidades, desarrollos y formas de aprender lo que sí es aconsejable el aumentar progresivamente, teniendo en cuenta cuánto tiempo hace que se ha empezado a instaurar el hábito de estudio, y también lo complicado de la tarea que debe realizar.
En lo que se refiere a la dificultad de la tarea, evidentemente no es igual cuando el niño tiene siete años que cuando se encuentra en la etapa universitaria y, por tanto, el tiempo que requiere una y otra no puede ser el mismo. Así, dependiendo de la complejidad del trabajo, podemos evaluar cuánto esfuerzo es preciso dedicarle, y aunque ya hayamos establecido una rutina de estudio con un tiempo definido, puede que sea necesario incrementarlo puntualmente de acuerdo a las características de las tareas a realizar en cada momento.
Al principio de la etapa escolar –entre los tres y los seis años– debe primar la flexibilidad, y no hay que estructurar tanto la tarea ni el tiempo, puesto que lo más importante a estas edades es que el niño entienda la importancia del entorno familiar en la educación, y que interiorice que en casa también se estudia.
A partir de los seis años la educación se va formalizando y los aprendizajes se hacen más concretos; es en este momento cuando necesariamente hay que marcar un tiempo aproximado de trabajo diario. Es conveniente empezar por 15 o 20 minutos para que el pequeño se vaya acostumbrando a sentarse a trabajar; con el paso de los años deberá ir aumentando el tiempo de estudio, que será de unos 30 minutos a los ocho años, sobre 45 minutos a los diez años, y de una hora a los doce años. A partir de esa edad el tiempo se debe adecuar a la tarea a realizar, aunque siempre con un mínimo de una hora.
De todos modos, estos tiempos son orientativos y dependerán tanto de la capacidad de aguante del niño, como de su capacidad para el estudio. Como explicamos al inicio no olvidemos que no hay dos niños iguales.